La Misa
La palabra “misa” viene del latín missa (despido), pues al terminar la
ceremonia se decía “itse, missa est”
es decir, “váyanse, es el despido”, a lo que los fieles contestaban “deo gratias”. Missa viene del verbo mittere,
que significa enviar y arrojar.
El término «misa» se originó en
el siglo IV para despedir a los fieles al final de la ceremonia eucarística y,
luego, a toda la celebración o, bien, a la segunda parte de la misma
celebración. De ese modo, la misa no sería otra cosa que vivir en la vida
práctica lo que se ha aprendido y vivido en la liturgia eucarística.
La Misa guarda una íntima relación con la
última Cena, porque ésta fue la primera Misa celebrada por Cristo, las que
siguen después son el cumplimiento de las palabras que entonces pronunció
"Haced esto en memoria mía”.
A la luz de la Revelación en la Escritura,
y en el desarrollo de la Tradición, vemos y entendemos que el Señor tiene una
intención clara en la última Cena, donde también queda instituido el sacramento
del Orden (en virtud del requerimiento del mandato). Deja un mandamiento claro
"haced esto en memoria mía", para que su presencia y su salvación
lleguen a todos los hombres y en todas las épocas, para que podamos tener vida
eterna, al comer su carne y beber su sangre.
Exige de los cristianos la actitud de introducirnos al misterio pascual tal y como es. Por ello cuando celebramos la
Sta. Misa, nos trasladamos, nos hacemos presentes en la Cena del Señor y
estamos con María al pié de la Cruz.
La Misa tiene un valor de interpretación, es decir, nos consigue de Dios
tales gracias que sólo el desconocimiento de lo que se puede alcanzar con la
Misa explica el poco empeño que tantos católicos ponemos en no asistir a ella.
La Misa no es un acto puramente personal del sacerdote o de cada fiel,
sino eminentemente comunitario, pues es la Iglesia quien lo ofrece, y la
Iglesia es un Cuerpo en el que todos sus miembros son solidarios, el cristiano
que se beneficia de la Santa Misa no se debe beneficiar sólo para él, sino
también para otros.
1.1.
Historia.-
La liturgia de la Iglesia se basaba
profundamente en los ritos y en las Escrituras del antiguo Israel, tal como se
lo hace hoy en día. Jesús instituyó la Misa durante la cena pascual, y su
acción de gracias eucarística completará y perfeccionará el sacrificio pascual.
Esta era clara para la primera generación de cristianos, de los cuales eran
judíos inicialmente. De ahí que las oraciones de la Pascua entraron enseguida
en la liturgia cristiana.
Prueba de ello son las oraciones sobre el
vino y el pan ácimo.
El siguiente testimonio de la doctrina
eucarística de la Iglesia viene también de Antioquía de Siria. Habla de la
Iglesia como el lugar del sacrificio.
El pueblo del Antiguo Testamento se reunía cada año
delante del Arca de la Alianza que contenía las tablas de la Ley, palabra
permanente del Señor y el vaso del maná, comida de salvación para el pueblo,
pan ácimo que evocaba la huída de Egipto con el pan a medio hacer sin
levadura. Se sacrificaba el cordero y su sangre lanzada al aire por los
sacerdotes, borraba los pecados del pueblo.
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Pero semanalmente, el sábado era el día establecido
por Dios para que su pueblo le diera culto y dedicación, era una obligación grave.
El descanso sabático era de naturaleza estrictamente
religiosa y por eso culminaba y manifestaba un sacrificio. Este día era para
los judíos un signo de la Alianza Divina.
Jesús, en la última cena, instituyó el sacrificio
eucarístico de su cuerpo y sangre, como memorial de su muerte y resurrección,
ordenando a sus apóstoles celebrarla "hasta que vuelva" y
constituyéndoles en sacerdotes del Nuevo Testamento, de forma que a través de
la Santa Misa se le reciba a Él mismo, como alimento.
El mandamiento de Jesús, de repetir sus gestos y sus
palabras, requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores
del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su
intercesión junto al Padre.
Aunque los primeros cristianos se reunían diariamente
en el templo y escuchaban los sermones de los Apóstoles, más bien con la
Resurrección de Cristo, ocurrida el primer día de la semana, cuando
definitivamente el sábado da paso a la realidad que se anunciaba, la fiesta
cristiana que se verificaba ese primer día, el Día del Señor. Por eso
nuestros antecesores en la fe cristiana tenían el Domingo sus reuniones
litúrgicas para escuchar la Escritura, que consistía en lecturas del A.T. y
así, se iban juntando en casas particulares para oficiar la Santa Eucaristía
con el fin de comulgar al Cuerpo y Sangre de Jesucristo. Mientras tanto, los
cristianos helenistas – los que habían adoptado la cultura griega– se irán
apartando de la sinagoga judía para reunirse en Asamblea, alrededor de las
mesas en sus casas privadas, para compartir también de la Palabra y
conmemorar la fracción inolvidable del pan, recordando aquel primer día, el
de la Resurrección, cuando camino de Emaús, Jesús encuentra a dos de
discípulos y accede a la invitación de ellos para permanecer aquella noche y
compartir la comida, procediendo a bendecir el pan, partiéndolo en trozos y
dándoselos.
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El encuentro en el camino de Emaús marcó el orden
litúrgico a seguir en nuestra Iglesia.
Sus palabras: "El que me ama guarda mi
palabra" y aquellas de "Haced esto en memoria mía" de la Cena
Pascual, aún resonaban vivas y fueron incorporadas prontamente a la Iglesia
primitiva de los primeros siglos.
Y de este modo, la misma realidad transformada por
Cristo, sella una nueva alianza con el Verbo o Palabra encarnada y su nuevo
maná eucarístico que da vida eterna y en abundancia.
El Apóstol Santiago compuso la primera Liturgia
cristiana, de la cual derivan las actuales de San Juan Crisóstomo y San
Basilio El Grande.
Nunca este pueblo de Dios, debiera olvidar los
eventos salvíficos realizados por Nuestro Señor Jesucristo, que dieron vida a
nuestra liturgia, siendo nuestra Iglesia Católica una Iglesia de Memoria.
Luego tras reafirmar esa fe recitando el Credo, nos
movemos de la mesa del ambón a la mesa del altar para la Liturgia de la
Eucaristía y procedemos como en Emaús, a dar gracias y a la fracción del pan,
donde ya lo reconocemos presente, para recibirlo luego como alimento en la
Sagrada Comunión.
De la misa actual solo conservamos en
griego el Kyrie, que es el Señor, siendo el Papa San Dámaso quien cambió en
el siglo IV los textos de la misa del griego al latín, ya que todas las
lecturas eucarísticas eran leídas en griego.
Si
pensamos hoy en el profundo sentido de la Santa Misa, están estos dos
momentos de Jesús:
1.
En la Liturgia de la Palabra se nos revela el sentido de nuestra vida e
historia, a veces oculto por nuestra falta de fe y de convicciones sólidas y
2. La liturgia eucarística nos permite acercarnos a lo central del misterio (consagración) y en la comunión compartir el pan sacramental y unirnos a los hermanos. |
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1.2. Partes de la misa.-
·
Ritos iníciales.
Son ritos introductorios a la
celebración y nos preparan para escuchar la palabra y celebrar la eucaristía.
Comprende:
Entrada - Señal de la cruz - Saludo - Acto penitencial - Gloria - Oración colecta.
Entrada - Señal de la cruz - Saludo - Acto penitencial - Gloria - Oración colecta.
·
Procesión de entrada.
Llegamos al templo y nos
disponemos para celebrar el misterio más grande de nuestra fe. Acompañamos la
procesión de entrada cantando con alegría.
·
Saludo inicial.
Después de besar el altar y hacer
la señal de la cruz, el sacerdote saluda a la asamblea.
·
Acto penitencial.
Pedimos humildemente perdón al
Señor por todas nuestras faltas.
·
Gloria.
Alabamos a Dios, reconociendo su
santidad, al mismo tiempo que nuestra necesidad de Él.
·
Oración / Colecta.
Es la oración que el sacerdote, en
nombre de toda la asamblea, hace al Padre. En ella recoge todas las intenciones
de la comunidad.
o Liturgia de la palabra.
Escuchamos a Dios, que se nos da
como alimento en su Palabra, y respondemos cantando, meditando y rezando.
Comprende:
Primera Lectura - Salmo
Responsorial - Segunda Lectura - Aleluya - Evangelio - Homilía - Credo -
Oración universal.
o Primera
lectura.
En el Antiguo Testamento, Dios nos
habla a través de la historia del pueblo de Israel y de sus profetas.
o Salmo.
Meditamos rezando o cantando un
salmo.
o Segunda
lectura.
En el Nuevo Testamento, Dios nos
habla a través de los apóstoles.
o Evangelio.
El canto del Aleluya nos dispone a
escuchar la proclamación del misterio de Cristo. Al finalizar aclamamos
diciendo: "Gloria a ti, Señor Jesús".
o Homilía
El celebrante nos explica la
Palabra de Dios.
o Credo.
Después de escuchar la Palabra de
Dios, confesamos nuestra fe.
o Oración
de los fieles.
Rezamos unos por otros pidiendo
por las necesidades de todos.
§ Liturgia de la
eucaristía I.
Tiene tres partes: Rito de las
ofrendas, Gran Plegaria Eucarística (es el núcleo de toda la
celebración) y Rito de comunión.
§ Presentación
de dones.
Presentamos el pan y el vino que
se transformarán en el cuerpo y la sangre de Cristo. Realizamos la colecta en
favor de toda la Iglesia. Oramos sobre las ofrendas.
§ Prefacio.
Es una oración de acción de
gracias y alabanza a Dios, al tres veces santo.
§ Epíclesis.
El celebrante extiende sus manos
sobre el pan y el vino e invoca al Espíritu Santo, para que por su acción los
transforme en el cuerpo y la sangre de Jesús.
§ Consagración.
El sacerdote hace
"memoria" de la última cena, pronunciando las mismas palabras de
Jesús. El pan y el vino se transforman en el cuerpo y en la sangre de Jesús.
§ Aclamación.
Aclamamos el misterio central de
nuestra fe.
§ Intercesión.
Ofrecemos este sacrificio de Jesús
en comunión con toda la Iglesia. Pedimos por el Papa, por los obispos, por
todos los difuntos y por todos nosotros.
§ Doxología.
El sacerdote ofrece al Padre el
cuerpo y la sangre de Jesús, por Cristo, con él y en él, en la unidad del
Espíritu Santo. Todos respondemos: "Amén".
§ Padre
nuestro.
Preparándonos para comulgar,
rezamos al Padre como Jesús nos enseñó.
§ Comunión.
Llenos de alegría nos acercamos a
recibir a Jesús, pan de vida. Antes de comulgar hacemos un acto de humildad y
de fe.
§ Oración.
Damos gracias a Jesús por haberlo
recibido, y le pedimos que nos ayude a vivir en comunión.
v Ritos de
despedida.
Son ritos que concluyen la celebración.
v Bendición.
Recibimos la bendición del
sacerdote.
v Despedida
y envío.
Alimentados con el pan de la
Palabra y de la Eucaristía, volvemos a nuestras actividades, a vivir lo que
celebramos, llevando a Jesús en nuestros corazones.
1.3. Bibliografía.-
1.4. Esquema.-